domingo

Nicht alles ist implizit


Karin venía del entierro. Paseaba bajo la sombra de los cipreses y no podía expulsar de su cabeza la frase del señor. “No ames el sueño para que no te empobrezcas; abre tus ojos y te saciarás de pan”.


Lo onírico, lo imposible y lo utópico formaban parte de la incertidumbre del futuro, sin embargo en su caso, eran conceptos del pasado. A Karin le importaba poco lo que sucediera, se daba cuenta minuto a minuto de que la vida era presente, de que los minutos que vienen, aparecen de la nada pero se agarran con más fuerza que las posibilidades, las visiones o los pareceres.


Sin ganas de seguir sosteniendo su cuerpo, Karin se sentó en el viejo banco blanco del cementerio, allí los recuerdos aparecían produciendo en ella la misma sensación que la primera gota de una tormenta de primavera tocando la punta de su nariz.


El coche negro de Isaac, su perfume, su bufanda, sus risas ruidosas, su rostro atento delante de ella, sus gestos de cansancio, los días en el parque, los días en la calle, en las cafeterías, en las gasolineras.


¿De qué serviría todo aquello si cuando ocurría tan sólo ella lo vivía en estado puro?, Karin nunca supo lo que Isaac tomaba como implícito en su relación con ella, nunca supo en qué medida sus comentarios habían dejado huella en él.


Ahora ya sí que no lo sabría, sus conversaciones sobre política y religión concluían en un banco de un cementerio, tras una ceremonia cristiana, con la escéptica y atea Karin recordando palabras del señor.


Las cosas que no han sido verdad, no lo son. Karin había permitido con demasiada facilidad que los acontecimientos ocurrieran sin más, había desperdiciado canciones, miradas, gestos roces, había asesinado a la valentía, a la firmeza, a la posibilidad de jugar y ganar.


Y lo que más la angustiaba, lo que en unos instantes acabaría con su nudo en la garganta, era el hecho de que sabía que si Isaac pudiera escucharla en esos momentos tan sólo sería capaz de pedirle un cigarro, preguntarle por la hora o hablarle del tiempo.




lunes

Alles ist die vergangenheit


James era un hombre que parecía que llevara una maya térmica azul bajo la piel. Era inmune a la capacidad del sol de oscurecer la piel en verano. Sus labios eran eléctricos con el frío de diciembre. Solía llegar tarde al trabajo porque siempre perdía su bufanda púrpura. Le conocí en una cena de empresa, James acababa de llegar de Ontario, aun que era originario de…otro lugar. Cuando me vio por primera vez me pidió prestada la corbata. Él vivió en mi casa algunos meses del año, otros se iba con el coche de su hermana a un pequeño pueblo del país vasco cuyo nombre nunca me quería decir. Una vez ocurrió algo que me abrió los ojos. James trajo una mujer a casa, se llamaba Julia, era andaluza. Hablaba más con ella que conmigo, pasaba horas y horas a su lado. Antes de conocer a James no lo hubiera imaginado nunca, pero llegué a sentir celos de Julia, necesitaba la atención de James, los besos que alguna vez me había dado. Llegué a pensar que sería el hombre de mi vida hasta que sin despedirse, desapareció.



Hace dos semanas me encontré a Julia en la parada del autobús. El pensar que James aun estaba en la ciudad me aterrorizó, sin embargo, vi algo que me confirmó su ausencia; Julia estaba embarazada y un hombre alto, de tez morena se acercó a ella y la besó. James llevaba fuera de España desde el mismo día que salió de mi casa.


Ángel Méndez.

Isis

Durante aquellas tardes de primavera, las horas pasaban saboreando los primeros meses del nuevo siglo XXI, los niños y niñas salían de la escuela hacia las 5 y caminaban con dirección asistida hacia la iglesia de La Esperanza. Todos ellos eran mis amigos, algunos aun lo son. Durante el recreo, mientras ensuciábamos de barro nuestros chándales y nuestras bambas del 35, debatíamos sobre porqué yo no iba a vestir de blanco en Mayo. Entonces nunca supe por qué no podía estudiar a Dios además de las plantas y los animales, ¿mis compañeros tenían ventaja sobre mí? ¿Mis padres se habían olvidado de llevarme a la iglesia?

Ahora, tranquilamente, han pasado 9 años y he podido estudiar diferentes culturas que según un plan de estudios eran importantes y necesarias para mi conocimiento, pero nunca he podido estudiar la que yo he escogido. Mireia, Raquel y Cristian aprendieron sobre Noe y el Gran diluvio o sobre la prueba de amor de Abraham, pero yo nunca pude aprender sobre la traición de Seth a Osiris, las facultades de Ra, sobre coronas, cetros, tronos, tumbas, sabios o pirámides. Mientras yo merendaba después del colegio, Mireia, Raquel o Cristian aprendían sobre aquel Dios del que no pidieron saber.


A principios del año que viene, cuando pase a las 5 y media por la iglesia de La Esperanza, seguiré viendo niños que llegaran sin saber muy bien dónde y que aprenderán historias y fábulas que a diferencia de “La tortuga y la liebre” o “Alicia en el país de las maravillas” pretenden ser verdad. Quizás ahora, Mireia, Raquel o Cristian, no saben que Isis fue la única deidad egipcia que resistió el auge del cristianismo y se mantuvo durante el imperio romano hasta que su culto fue prohibido en el año 535. Quizás ahora, por ejemplo, no saben que Isis es La Virgen María. Pero no es culpa suya, los niños van con dirección asistida.




miércoles

Grüner hund


Han roto la lechuga de Elena, también han acabado con su oasis, con sus nuevos y brillantes pimientos rojos, con sus ratones debajo de la lavadora y con su casette de Donovan. Acaban de llegar y se atreven a desmitificar sus héroes y sus teorías aplastantes. (Laura habla de sus divertidos errores, Albert habla de sus incomprensibles deseos para Elena, Carlos habla de nada porque no tiene ganas de hablar, Josep habla de sus triunfos a Laura y a Carlos, Jordi siempre habla de Jordi a Elena, Sergio habla-bla-bla-bla). Húndetelos Elena, hunde los auriculares lo más dentro posible de tus oídos, si es posible que ambos se toquen, que lo hagan, que tu cerebro sea música; sueca, japonesa, rusa, haz lo posible para no entenderla, para no oírlos, para deshacerte de sus conclusiones ¿En qué caminos turbios te metes, que te llevan todos a la lógica? ¿Hace la lógica que quieras vivir lejos de Albert, de Josep, de Carlos, de Sergio o de Laura?. Elena, eres tu perro andaluz, huye.


lunes

Ich bin Wien


Hoy querría ser Viena, situarme a orillas del Danubio y saber hablar alemán. Variaciones y soledades. Pianos de cola en cada plaza escuchan cómo suenan antiguos clavicordios al ritmo de Dido y Eneas. Nunca hay prisas ni sorpresas, yo soy mi ciudad, la más elegante del planeta, soy mi cementerio cuando llueve y mi parque cuando pica el sol. Variaciones y soledades. La sangre de Viena es blanca como la nieve más pura, una vez al año esquiva el verano y atrae un frío musical que convierte los adoquines en reflejos del alma. Qué bien luzco desde la península, vestida de beige con un lazo burdeos en la cintura. Variaciones y soledades




viernes

Ich will in roter Erde leben


De aquí, lejos. Águilas lejos, en las cuevas de lejos. Allí donde la tierra es roja y mi piel era seca. Veía todo recurrente, las ganas de vivir, el dejar de respirar para buscar el sol entre las blanquísimas nubes. Como en un desierto, podría haber sido un nopal. No dejaba de pensar en Ángela, en Karin, en Ana. Estaba aquí, justo en este lugar, viviéndolo todo por segunda vez, pero, no como en la primera, le había dado al play. En la carretera, me di cuenta de que lo que quería era fácil. Luego caí, ellas se sienten muy solas, recordé lo que hablábamos hace una semana. Fue entonces cuando podía dar marcha atrás, volver a mi ciudad dejando una parte de mí viviendo aquello desde cerca, con los ojos de un pájaro y un papelito en el bolsillo. Eso fue lo que hice, ni si quiera cogí prestada una piedra, y ahora, a veces, conecto con las nubes y espero.



martes

Mein Nachbar

Le escucho en muchísimas ocasiones, y no precisamente porque pegue la oreja a la pared. Tiene una voz, a mi parecer, poco varonil, una voz que, aunque parece demasiado aterciopelada y melosa, cuando susurra se le desgarra muy sutilmente llegando así a convertirse en un sonido ligeramente erótico sin dejar de tener un tono extraño y en ocasiones desagradable cuando eleva el nivel de decibelios. Es en cierto sentido divertido tener vecinos sin cara, yo sé de él tanto como él sabe de mí, de mis gritos, de mis canciones, de mis confesiones, de mis taconazos y de mis llantos. Jugamos con la misma carta, la del oído, no obstante, él no sabe que poseo un hándicap al vivir arriba; puedo oler su perfume desde mi habitación. Y no está nada mal.

miércoles

Ich mag es, ich mag es nicht

Me gustaría porque pasaríamos muy poco tiempo juntos (20 minutos a la semana). No me gusta porque cree que la ciudad Washington DC i el estado de Washington son lo mismo. Me gustaría porque tendría sentido del humor a todas horas y frases ingeniosas minuto a minuto, como en las comedias americanas. No me gusta porque se ríe de cosas que a mi no me dan ninguna gracia. Me gustaría porque no me gustaría que se callara en ningun instante de los 20 minutos semanales que estaría a su lado. No me gusta porque siempre está conmigo, no tiene amigos americanos ni un trabajo divertido y además siempre está serio y no sabe ser inteligente sin parecer un pedante. Me gustaría porque sabría decirme los cinco distritos que forman Nueva York y además viviría en uno de ellos. No me gusta porque vive en Barcelona y está a tres cuartos de hora de mi casa. Me gustarían unos huevos revueltos. No me gusta tu morcilla.



martes

Ein Affe im Meer

Muy lejos, en un bosque, cerca de la abrumadora sombra de un gran transatlántico , vi un par de moluscos aburridos al escucharle, tomaban un batido de marisco e intentaban hacerme ver que la originalidad de David era comparable a la bandera de Libia. ¿Caeré en la trampa de nuevo? me repetía mientras decenas de peligrosos tiburones gritaban que no lo hiciera, que no volviera a lanzarme al vacío como lo había hecho en algunas ocasiones. Por otro lado, un grupo de algas pardas me guiñaban un ojo detrás de él, enganchando en mi piel plancton a modo de confianza pero susurrando sarcásticas puñaladas; “Vamos, entrégate, tómate un antibiótico por diversión, cómo si fueras una jirafa recién nacida” ¿Realmente tenían derecho a hablarme así? No podían desacreditar a David de ese modo, como si mereciera entrar en una jaula de monos en vez de vivir con nosotros en la pecera. Pero conseguían avergonzarme, conseguían hacerme sentir la vergüenza de mi especie al estar cerca de David. Ahora tengo miedo de acercarme a él, tengo miedo de besarle y convertirme en un mamífero.

Bandera de Libia

jueves

Glücklicher Geburtstag, Elena

El otro día Alejandro me dijo cosas que ya sabía, cosas que mi madre me había repetido una vez detrás de otra, cosas que había podido leer en libros de autoayuda, en el horóscopo semanal e incluso en alguna camiseta de Zara. Lo que quiso darme eran consejos que me han ido dando latigazos en la espalda cada vez que me he levanto con mala pata, cada vez que me ha dado por llorar o me he escondido debajo de la almohada durante tres días después de comerme un bombón de chocolate a escondidas. Parece ser que ya lo sé, que ya lo entiendo, que ya casi me conozco… que me escondo detrás de cualquier nombre para que Elena no suene muy fuerte entre la multitud o que no hablo con extraños porque mi timidez impide demostrar que verdaderamente no soy demasiado ingeniosa. Una vez un sueco que murió hace unos años, dijo: “Es horrible ver tu propia confusión, y llegar a entenderla”, yo no sé si es horrible o no es horrible porque aun soy pequeña para jugar con palabras mayores, sin embargo sé que soy capaz de entender cada confusión, cada paso equivocado, cada día desperdiciado, cada grito, cada nube negra disuelta dentro de mi, sin a penas esforzarme conozco y entiendo cada rincón de locura que alberga mi capacidad de sorprender a los demás y eso, en cierto modo, me asusta. Pero, por otro lado y en conclusión, me alegra saber que cumplir años significa conocerse un poco más a uno mismo, conlleve lo que conlleve saber que una es mejor o peor que el año anterior.


I'm talking it to you. In a language I don't speak.

I can’t believe the news today, Annie are you OK? It's the biggest storm in years they say. I check my look in the mirror, Oh I can’t close my eyes an make it go away, I wanna change my clothes, my hair, my face, but my God woke up on the wrong side of his bed... and it just don't matter now, because on our bodies we share the same scar...maybe she knows something I don't, I'm so, I'm so tired, I'm so tired of trying. As he came into the window it was the sound of a crescendo. She says "love, I hear sound, i see fury”, “I want to live now, live now, live now”. Annie are you OK? Are you OK Annie?. Well I feel like they're talking in a language I don't speak and they're talking it to me. Will you tell us that you're OK? Theres flies in the kitchen. She says "love`s not a hostile condition". I can hear them there buzzin, I’m ready to go.

domingo

Créditos

_ ¿No la has entendido, verdad?
_Sí…bueno, no… es decir, ¡sí claro!... aun que no sé…
_Vale, pues nada, es igual.
_No, no... a ver, ¿qué has interpretado tú? ¡Cuéntamelo!
_No se trata de interpretar…
_Pero si me ha gustado…
_Claro, y por eso te has dormido...
_ ¡No me he dormido, joder!
_Que es igual, no hace falta que mientas, te he visto. Tampoco hace falta que veas más películas conmigo si no quieres
_ ¿Pero tú de qué vas? No he dormido nada esta noche y estoy cansado… Lo siento ¿vale?
_Pues si tienes sueño te vas a dormir, no te sientas conmigo a ver una peli
_Mira, que te den.
_Que te den a ti, no necesito la compasión de nadie
_Eres desagradable como tú sola…
_Nunca más te pediré que veas una peli conmigo, si es que la gilipollas aquí soy yo, que encima me siento culpable. ¡Como si te hubiera obligado a verla!

Un secreto en Villa Borghese

Cuando me siento obligada a hacer algo que no me apetece hacer suelo repetir en mi cabeza una vez detrás de otra lo siguiente:

La hora del crepúsculo. Azul añil, agua cristalina, árboles brillantes y delincuescentes. Los raíles se pierden en el canal por Jaurès. La larga oruga de costados laqueados baja como una montaña rusa. No es París. No es Coney Island. Es una mezcla crepuscular de todas las ciudades de Europa y América Central. Las explanadas del ferrocarril ahí abajo, los raíles negros, enmarañados, no ordenados por el ingeniero, sino de trazado cataclismático, como esas finas fisuras de hielo polar que la cámara registra en diferentes tonos de negro.

Y entonces ya me siento mejor.


miércoles

Algo que está de más y te cuesta entender


Cuando estaba hablando no podía dejar de fijarme en sus manos, en cómo se paseaban, agresivas, por el aire de su alrededor, empujando su brisa hacia cada esquina de la triste sala de espera. Empecé a bufar, a cerrar y abrir los ojos, a morderme la piel de mi dedo índice, a fumarme el dedo meñique, a hacerme la interesante pareciendo despreocupada, estaba tan segura de que lo que sentía volvía a ser tan grande que, como cuando has comido más de la cuenta, tenía que explotar. Toda mi entumecida piel de gallina y mi feo rostro colgando de mi cabeza, no hacían más que resentirse y desdichar el día en que nació en mí este absurdo complejo freudiano.
¿Y qué hacer? ¿Qué hacer cuando ocurre algo así?
Entonces supe que no iba a poder escapar de sus manos, recordé lo pesada que soy para estas cosas, por eso le hice una fotografía, como Jesse a Celine, pero sin levantar sospechas, como cuando de pequeñita espiaba desde mi terrado cómo trabajaba Eloy bajo el sol. Eloy responde por mí a la pregunta ¿qué serías si volvieras a nacer, hombre o mujer? (Próximamente me autoresponderé, aunque ya sé la respuesta y (Mei también)). De hecho tengo una fotografía de Eloy, bastante insinuante la verdad, que se me aparece y se me desaparece a la velocidad del rayo, como los fotogramas de Tyler Durden al principio de la película de El club de la lucha, cada vez que veo a una persona del género masculino. Mi cerebro es el condón de unas manos, parece un cuadro de Salvador Dalí.
Si ya lo sé, no me he explicado bien esta vez, es que llevo un rato pensando en el reflejo del sol sobre el pelo rubio de Eloy, pero necesito dejarlo escrito para no contagiarlo de mortalidad (convertir mis recuerdos en algo inmortal, como un cuadro del plasta de Dalí).

No soy de coleccionar todo lo que pillo, sin embargo hay cosas, sobretodo cosas no sensibles, que no te das cuenta que coleccionas hasta que tienes la colección prácticamente acabada.


Ya ves, tampoco me gusta acabar así, no soy nada breve (menos en el remigio).
Lo estropeé, solución:

No suelo coleccionar todo lo que pillo, sin embargo hay cosas, sobretodo cosas no sensibles, que no te das cuenta que coleccionas hasta que tienes la colección prácticamente finita.

jueves

"Soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad"

Óyeme un segundo, a mi me gustan estos momentos y precisamente por eso me da miedo explicarte cómo los vivo.
No quiero hablar de claros de luna, de ojos azules o de lágrimas en el mar, hablo sólo de un comentario gracioso o de una tontería que hace que me tronche de risa, como cuando Pablo llega tarde a clase y se excusa diciendo tuvo que salvar a un grupo en ancianos de un león, o cuando Pilar imita a la profesora de historia o cuando cantamos canciones de verano en el autobús. Todas estas cosas me cuesta disfrutarlas sabes… tengo la maldita manía de convertir todo lo que ocurre a mi alrededor en un poema, como si todo fueran instantes bonitos, instantes que ocurren en el estrecho margen de una fotografía, o en el transcurso de una escena de una película, cuando los personajes ríen y se escucha de fondo una canción melancólica. No sé si cuando río me estoy divirtiendo, no sé si alguien sentimental y llorica puede llegar a divertirse en alguna ocasión, no sé si puedo dejar de pensar cuando me río. ¿Contarte esto me convierte en alguien aburrido? pues imagínate como vivo los momentos que también son especiales para tí.

viernes

je ne pleurerai pas

Se breve, haz el favor de serlo, breve como una caída, impáctame si es necesario, no lloraré ya lo verás. Mis pensamientos hacen la mariposa en el sudor de mis manos, no importa, tú se breve y de mis asuntos me encargo yo, que tengo un plan. Qué incómodo estoy con esta ropa, qué poco me interesa el puerco espín de la puerta, el hombre que cuelga del sol.
Te dije una vez cómo era el planeta cuando parpadeaba; de repente te veo a ti, morena y dulce, de repente parpadeo porque noto que mis ojos empiezan a secarse y en una milésima de segundo veo un campo que no puedo describir, es sólo campo, sólo verde, ni si quiera hay diferentes tonos, sólo un árbol que no puedo decirte qué tipo de árbol es.
Nunca había imaginado que fueras a morir, te he imaginado de todos los colores, manifestándote en formas diferentes, en animales exóticos. Te he imaginado bailando flamenco en Suecia, en Portugal, en Vancouver. Te he imaginado llorando porque sí y llorando porque no, jugando a dominó con Sean Penn, incluso poniendo una lavadora o yendo a comprar mantequilla. Pero esto no, no sabía que la imaginación tenía límites, con esto no creía que llegarías a sorprenderme.
¿Pensabas dejarme aquí sentado?, ¿escuchando el debate de las mañanas de cuatro?, ¿escuchando el sonido constante de los no latidos de tu corazón? He venido porque has alterado mi vida, me dieron la noticia de que te ibas y vengo a irme contigo, a cerrar los ojos para siempre, para que llueva eternamente y el viento no seque mis pupilas, para ver así un campo verde interrumpido por tres sombras, la de un árbol desconocido y la de nosotros dos compartiendo un zumo tropical. Tú tan solo se breve, haz el favor de serlo, breve como una caída y cuando estés de cara al universo, estirada, espérame quieta, que en pocas horas estaré a tu lado.
Seulement ainsi je ne pleurerai pas.

domingo

Matryoshka

No tengo secretos porque me espía desde dentro. He perdido el apetito desde que me lo comí, se ha convertido en una enfermedad sin nombre, no puedo hablar con él porque no puede escucharme y sin embargo es horrible saber que conoce todo lo que pienso y no saber qué opina al respecto. Es un virus que no se corta las uñas y me rasca los huesos cada noche, me muerde las arterias cada mañana y se cuelga de las cuerdas vocales por la tarde, ¿puedes imaginar cómo duele verdad? Pero el dolor no me importa, estoy tan enamorada de él, es el sujeto de mis lamentos, la prueba de que no estoy sola conmigo misma... y además cuando duermo escucho su voz, me dice cosas muy bonitas, consigue que olvide respirar y que mis dedos bailen sin orden previa, son cosas que nadie me dirá nunca porque nadie sabe que existen cosas así. Hace que me sienta al borde de la muerte en cada instante y que me de igual. No tengo secretos porque me espía desde dentro, ojalá yo pudiera hacer lo mismo con él.

sábado

Die Verwandlung

Qué seria está Rosa. Lee La metamorfosis de Kafka sentada en el porche a unos pasos de mí. Me está escuchando, sabe que no hablo con mi madre. Sí, no ha ido mal, estoy un poco cansado del viaje, ya sabes que los aviones me dan dolor de cabeza. La veo reflejada en el ventanal de la casa, incluso seria y ofuscada está preciosa, con esos aires de intelectual a pocos metros de mi, hace que recuerde a Gregor andando hacia atrás. ¿Mi familia? Muy bien, los años parece que no pasen para ellos, vivir en la ciudad hace que te olvides de que aun hay gente que vive del campo. El verano pasado, antes de volver a Barcelona le dije que a una mujer le favorecía más leer poesía española antes que relatos existencialistas alemanes, pero ella nunca me ha hecho caso, y allí está ahora, haciendo ver que lee a Kafka y poniéndome nervioso como consigue hacer siempre. Sí, sí, ahora estoy instalándome, mi tío está llevando las maletas del taxi a mi habitación. En cuanto cuelgue iré a decirle a Rosa que este verano no ocurriría lo de siempre, ahora ya somos adultos, o al menos un poco más y le diré claramente lo que llevo ensayando todo el año “Rosa, no te he llamado porque he sentado la cabeza, ahora tengo novia y la quiero” o de eso me intento convencer poco a poco. ¿No te lo he dicho Ana? Pues porque me gusta estar aquí, desconectar de la ciudad me va bien durante unos días al año. Mentira, llevo poniendo esa excusa desde que tengo uso de razón. Me ahoga más una mirada de Rosa que toda la atmósfera contaminada de todas las grandes ciudades europeas. Yo también te echaré de menos, en pocas semanas estaré de vuelta. Me mira seria porque me voy alejando para que no escuche la despedida, pero ahora ya no disimula que lee, hace un gesto con la mano, me pide que me gire para verme la cara, ella también me veía. Me giro. Me pide que me acerque. Y no tengo más remedio que acercarme, porque la quiero y haría lo que ella me pidiese en cada momento. Yo… yo también te… La quiero más que nunca, me acaricia con sus ojos, leo en ella que quiere que cuelgue el teléfono antes de decir una barbaridad, siempre nos hemos entendido con una mirada y ella me está diciendo que cuelgue y no diga nada, porque cuando lo haga vendrá corriendo, me cojera de la mano y me llevará a su habitación a enseñarme los dibujos que hizo en invierno. Que yo, yo también, también te quiero Ana. Cuelgo sin a penas fuerzas, como si acabara de escupir encima de todo el amor que he sentido por mi prima. Rosa se levanta, me mira a los ojos y sonríe; “No te voy a enseñar mis dibujos, ni como los tomates son más rojos que nunca, ni como ha quedado la higuera después de la tormenta de otoño, ya no te voy a esperar nunca más”

Il tempo

Sábado 20/08/89

Esta tarde he salido a pasear por la plaza de San Marcos, como todo el mundo hace en Venecia un buen sábado soleado. Estoy más contenta que nunca porque he conocido a un español muy guapo, parecía el mismísimo Peter O’toole, ha sido el primer desconocido con el que hablo en Venecia, hablamos en inglés durante horas y horas, me sorprendió mucho porque su inglés era casi mejor que el mío, casi, casi. Luego, él recitó en español unos versos muy hermosos que no entendí a penas. Poco a poco se fue haciendo de noche y el desconocido me dijo que llegaba tarde a algun lugar, ambos estubimos deacuerdo en volvernos a ver por eso escribí rápidamente en una servilleta “Pensione Aurora, Via Fratelli Nº174. ¡En la terraza!”. Peter O’toole cojió el papel y me besó en la frente mientras se lo metía en el bolsillo. Ha sido la mejor tarde de toda mi vida incluso mejor que la fiesta de cumpleaños que Giuditta me organizó el mes pasado.



Sábado 24/07/92

Llevo aquí sentada tres años y medio de mi vida, voy observando Venecia, lentamente, con prudencia y cautela, lo que más disfruto son las mañanas, las mañanas venecianas son las más bonitas de Italia; las barcas rompiendo el reflejo del sol en el agua de los canales, los edificios color pastel, el silencio y el ruido. Llevo aquí tres años sentada en una antigua hamaca, sintiendo como el día quema mi piel y la noche la cura, agonizando el fuego en mis córneas y aprovechando la lluvia para llorar. Giuditta sabe por qué estoy aquí y a medida que pasan los días se acostumbra más a mis manias y costumbres, en ocasiones viene y me fotografia por sorpresa, a veces también la oigo hablar con clientes; les habla de una americana que lleva años sentada en la hamaca de su terraza exterior. Hoy celebramos mi cumpleños, es una fecha muy especial porque en Venecia sólo se celebra una vez al año, Gisella, Mauro y Fabio son los únicos invitados oficiales pero cada año traen nueva compañía. Yo les digo siempre que me hagan una lista de los presentes y además que les envien unas invitaciones en condiciones, me gusta tenerlo todo bajo control, pero hay algo que sobretodo, por encima de cualquier cosa, no se deben olvidar; y es el poner el día y la hora a la que empieza el evento, vaya a ser que lleguen tarde.

Todavía no lo sé

"Esta vez no ocurriría lo de siempre, esta vez todo iría bien" pensaba mientras me dirigía a la cafetería de la calle Mazzarino.
Una vez en mi mesa ocurrió, allí venía de nuevo, se acercaba a mí sigilosamente, aquella tarde parecía la mismísima muerte vestida de cowboy. Yo, en realidad, tenía tanto miedo que me había hecho pis encima y me estaba mojando todo el vestido de seda, además apareció la terrorífica idea de pensar que mis bambas luminosas nuevas podrían estropearse con la humedad y dejar de hacer luz. Sin embargo eso pasó a ser el último plato cuando pensé en lo que el ahijado de mi tía abuela siempre me advertía “alguno de estos días el ejercito del emperador Calígula te encontrará y ya podrás pedir clemencia que no tendrá piedad contigo” el pensar en mi posible muerte rodeada por una serie de chirigoteros borrachos reencarnados en soldados del imperio romano hizo que me olvidara por unos instantes dentro del tiempo que cabe entre segundo y segundo de que aquel hombre se acercaba paso a paso a mi mesa, a mi zona, a mi propiedad. Entonces supe que mi misión era pensar algo inteligente antes de que aquel demonio me preguntara lo que venia a preguntarme, pero lo olvidé, olvidé por completo mi objetivo cuando pude observar a lo lejos una mujer que lloraba emocionada leyendo el diccionario oficial de la Real Academia Española, me dio tantísima pena el pensar que no podía levantarme para ir a comprar uno para mí a la librería de la esquina por culpa del charco que había dejado debajo de la mesa que desee con todas mis fuerzas que se evaporara la orina para poder marcharme, y tantísimo lo desee que así sucedió, el charco entonces estaba en el techo. Desgraciadamente, justo cuando me iba a levantar, aquel hombre vestido de negro y más recto que un palo de golf ya estaba plantado delante mío y no se le ocurrió otra cosa mejor que preguntar: ¿Qué va a tomar señorita?. Lo hizo, realizó la maldita pregunta que nunca supe responder. Así que allí me quedé, sonriéndole sin que me viera la cara y murmurando en voz baja: "Todavía no lo sé…"

viernes

Butch Cassidy & The Sundance Kid

Los días en ese nuevo país pasaban lentamente con una cierta tranquilidad agradable, Butch y Sundance no asaltaban un banco desde que estuvieron en Bolivia. Butch buscaba siempre nuevos lugares para probar diferentes pasteles de carne y por su parte, Sundance, pasaba horas haciendo diferentes juegos de muñeca envainando y desenvainando su pistola, cada día era más rápido, había perfeccionado sus reflejos puesto que de unos meses a esta parte él y Butch dormían cada noche con un ojo abierto, en el momento más inesperado podían aparecer el indio rastreador, el abogado y el resto de sicarios. Ni uno ni el otro echaban de menos Nueva Jersey, tan solo en momentos ocasionales extrañaban la vida que llevaron allí, por fin se encontraban en un lugar aparentemente seguro, Australia era diferente a Bolivia, sus costumbres allí eran similares. Sin embargo Sundance ni en la misma luna se hubiera sentido fuera de peligro y ese sentimiento de inseguridad se lo transmitía con frecuencia a Butch, cuyo optimismo y esperanza siempre normalizaban la situación y tranquilizaban a su amigo a la vez que le causaban asombro. Tan solo faltaba una persona para hacer la estancia agradable y cómoda, esa era Etta. Los dos la echaban en falta por igual y en más de una ocasión Sundance había propuesto a Butch la opción de ir a buscarla a Nueva Jersey y volver a Australia para vivir los tres en paz y tranquilidad, sin embargo Butch le acababa convenciendo de lo disparatada que sonaba esa idea, el volver a pisar Nueva Jersey representaría el encierro o incluso la muerte de ambos.
Así seguirían esos calurosos días en busca de la llanura de un río donde poder trotar y hablar entonces de nuevos bancos para asaltar y de nuevos lugares a los que ir.
Lo que nunca fue (ni fue necesario ser) de Butch Cassidy y Sundance Kid.

lunes

Gritos y Susurros

Mírate en el espejo, eres hermosa, quizás más hermosa que nuestros tiempos, pero has cambiado. Quiero que veas cómo has cambiado; Tu mirada es ahora rápida, calculadora, antes tu mirada era clara, abierta, sin disimulo, tu boca ha adquirido un pliegue de insatisfacción y de hambre, antes era blanda, suave... Tu tez es pálida, ha perdido frescura, te maquillas, tu pura y amplia frente tiene ahora 4 arruguillas sobre las cejas que solo se descubren a la luz del día. ¿Sabes de donde vienen esas arrugas? De la indiferencia María… El trazo delicado que va desde el lóbulo de tu oreja, hasta la punta de la barbilla ya no tiene su antigua perfección. Es la huella de tu pereza, de tu indolencia María... Te burlas de todos nosotros. Busca esas agudas arrugas labradas por el aburrimiento y la impaciencia. Búscalas.


domingo

¿Qué es lo más extraño que te ha sucedido nunca?

Sucedió a mediados de siglo pasado, mi ex marido Tomás y yo, en una de nuestras excursiones por América, habíamos cabalgado durante días y estabamos tan reventados que al llegar a Nueva Jersey nos dirigimos al primer bar que encontramos para tomar una copa, y tan solo entrar por la puerta, unos tipos que jugaban al póquer y fumaban tabaco negro tomaron a mi ex marido por los pies y lo pusieron boca-bajo, sacudiéndole como si fuera un trapo sucio. Entonces, de sus bolsillos empezaron a salir cosas de todo tipo, cosas que jamás hubiera imaginado que estuvieran allí: Un ventilador a pilas, una grapadora industrial, una cría de tigre malayo, un cazador venezolano y por último, un fajote de billetes grapados. Cuando ese escuadrón de matones pistoleros se dieron cuenta de que lo que buscaban no residía en los bolsillos de mi ex marido decidieron ejecutar el mismo procedimiento de búsqueda con el cazador venezolano, de los bolsillos del cual salieron siete ejemplares de “Así habló Zaratustra”, un Buzuki irlandés, una receta para hacer mantecados y un póster de Borís Yeltsin haciendo un pastel de vino. La situación no podía ser más caótica, el barman, un hombre que me recordaba mucho a un cocinero italiano que conocí en Cuba, empezó a chapotear su lengua de paladar a paladar emitiendo un sonido similar al que emite el rinoceronte al nacer, la cría de tigre malayo se había metido en los pantalones de uno de los pistoleros y mi ex marido leía a Nietzsche colgado de la lámpara mientras el cazador venezolano hacía puntería en el trasero de otro de los pistoleros que tocaba el Buzuki irlandés corriendo por el bar. De repente, justo en el instante en que nada, físicamente posible, podía ser más extraño, una tribu africana de Maasais liderada por un chaman parecido a Clark Gable, entraron al bar haciendo una danza tradicional africana, se acercaron a mi, me estiraron encima de una hamaca verde y emprendimos viaje rumbo a Mauritania mientras el chaman me cantaba canciones al oído.
Si, creo que es lo más raro que me ha pasado nunca.
O quizás no... la verdad es que me acaba de venir a la cabeza un día en que...