En ocasiones, busco a Jeff en el agua, quiero hacerlo sola pero de momento no puedo crecer. Las perlas de Memphis, los rayos de oro y las paredes cristalinas son siempre fruto de mi rabia. Quiero ir yo sola hasta la cueva, allí encontraré sus agujeros. Aquí no me concentro, aquí no puedo crecer, aquí sólo pienso en su sufrimiento, tan sólo soy capaz de preguntarme si sus palabras son ciertas “When I think more than I want to think I do things I never should do”. Ellos me dijeron que llevaba demasiado tiempo pensando en Seattle, en Vancouver, en Port Angeles, en Roselyn. Los centímetros anuales de lluvia eran su obsesión, y la humedad su pasatiempo. Soñaba con el pino de Jack y la cabaña del doctor Fleischman. ¿Qué podía hacer yo? ¿Convertirme en Marin? ¿En Maggie? No podía hacer eso cuando mi instinto me obligaba a mirar al cielo sabiendo que cualquier día un meteorito acabaría con todos nosotros mientras yo no hacía nada por evitarlo. El deber, yo siempre pensaba en el deber y él de vez en cuando cantaba “I'll only make you cry, this is our last goodbye”, tan improcedente como de costumbre. Maldita sea, en ocasiones busco a Jeff en el agua aun sabiendo que no está allí ya que una noche de verano, a orillas del lago Lemán, repetía mientras tocaba un fa séptima: Wait in the fire, wait in the fire… y entonces no quise oírle.