domingo

Créditos

_ ¿No la has entendido, verdad?
_Sí…bueno, no… es decir, ¡sí claro!... aun que no sé…
_Vale, pues nada, es igual.
_No, no... a ver, ¿qué has interpretado tú? ¡Cuéntamelo!
_No se trata de interpretar…
_Pero si me ha gustado…
_Claro, y por eso te has dormido...
_ ¡No me he dormido, joder!
_Que es igual, no hace falta que mientas, te he visto. Tampoco hace falta que veas más películas conmigo si no quieres
_ ¿Pero tú de qué vas? No he dormido nada esta noche y estoy cansado… Lo siento ¿vale?
_Pues si tienes sueño te vas a dormir, no te sientas conmigo a ver una peli
_Mira, que te den.
_Que te den a ti, no necesito la compasión de nadie
_Eres desagradable como tú sola…
_Nunca más te pediré que veas una peli conmigo, si es que la gilipollas aquí soy yo, que encima me siento culpable. ¡Como si te hubiera obligado a verla!

Un secreto en Villa Borghese

Cuando me siento obligada a hacer algo que no me apetece hacer suelo repetir en mi cabeza una vez detrás de otra lo siguiente:

La hora del crepúsculo. Azul añil, agua cristalina, árboles brillantes y delincuescentes. Los raíles se pierden en el canal por Jaurès. La larga oruga de costados laqueados baja como una montaña rusa. No es París. No es Coney Island. Es una mezcla crepuscular de todas las ciudades de Europa y América Central. Las explanadas del ferrocarril ahí abajo, los raíles negros, enmarañados, no ordenados por el ingeniero, sino de trazado cataclismático, como esas finas fisuras de hielo polar que la cámara registra en diferentes tonos de negro.

Y entonces ya me siento mejor.