viernes

Butch Cassidy & The Sundance Kid

Los días en ese nuevo país pasaban lentamente con una cierta tranquilidad agradable, Butch y Sundance no asaltaban un banco desde que estuvieron en Bolivia. Butch buscaba siempre nuevos lugares para probar diferentes pasteles de carne y por su parte, Sundance, pasaba horas haciendo diferentes juegos de muñeca envainando y desenvainando su pistola, cada día era más rápido, había perfeccionado sus reflejos puesto que de unos meses a esta parte él y Butch dormían cada noche con un ojo abierto, en el momento más inesperado podían aparecer el indio rastreador, el abogado y el resto de sicarios. Ni uno ni el otro echaban de menos Nueva Jersey, tan solo en momentos ocasionales extrañaban la vida que llevaron allí, por fin se encontraban en un lugar aparentemente seguro, Australia era diferente a Bolivia, sus costumbres allí eran similares. Sin embargo Sundance ni en la misma luna se hubiera sentido fuera de peligro y ese sentimiento de inseguridad se lo transmitía con frecuencia a Butch, cuyo optimismo y esperanza siempre normalizaban la situación y tranquilizaban a su amigo a la vez que le causaban asombro. Tan solo faltaba una persona para hacer la estancia agradable y cómoda, esa era Etta. Los dos la echaban en falta por igual y en más de una ocasión Sundance había propuesto a Butch la opción de ir a buscarla a Nueva Jersey y volver a Australia para vivir los tres en paz y tranquilidad, sin embargo Butch le acababa convenciendo de lo disparatada que sonaba esa idea, el volver a pisar Nueva Jersey representaría el encierro o incluso la muerte de ambos.
Así seguirían esos calurosos días en busca de la llanura de un río donde poder trotar y hablar entonces de nuevos bancos para asaltar y de nuevos lugares a los que ir.
Lo que nunca fue (ni fue necesario ser) de Butch Cassidy y Sundance Kid.

lunes

Gritos y Susurros

Mírate en el espejo, eres hermosa, quizás más hermosa que nuestros tiempos, pero has cambiado. Quiero que veas cómo has cambiado; Tu mirada es ahora rápida, calculadora, antes tu mirada era clara, abierta, sin disimulo, tu boca ha adquirido un pliegue de insatisfacción y de hambre, antes era blanda, suave... Tu tez es pálida, ha perdido frescura, te maquillas, tu pura y amplia frente tiene ahora 4 arruguillas sobre las cejas que solo se descubren a la luz del día. ¿Sabes de donde vienen esas arrugas? De la indiferencia María… El trazo delicado que va desde el lóbulo de tu oreja, hasta la punta de la barbilla ya no tiene su antigua perfección. Es la huella de tu pereza, de tu indolencia María... Te burlas de todos nosotros. Busca esas agudas arrugas labradas por el aburrimiento y la impaciencia. Búscalas.


domingo

¿Qué es lo más extraño que te ha sucedido nunca?

Sucedió a mediados de siglo pasado, mi ex marido Tomás y yo, en una de nuestras excursiones por América, habíamos cabalgado durante días y estabamos tan reventados que al llegar a Nueva Jersey nos dirigimos al primer bar que encontramos para tomar una copa, y tan solo entrar por la puerta, unos tipos que jugaban al póquer y fumaban tabaco negro tomaron a mi ex marido por los pies y lo pusieron boca-bajo, sacudiéndole como si fuera un trapo sucio. Entonces, de sus bolsillos empezaron a salir cosas de todo tipo, cosas que jamás hubiera imaginado que estuvieran allí: Un ventilador a pilas, una grapadora industrial, una cría de tigre malayo, un cazador venezolano y por último, un fajote de billetes grapados. Cuando ese escuadrón de matones pistoleros se dieron cuenta de que lo que buscaban no residía en los bolsillos de mi ex marido decidieron ejecutar el mismo procedimiento de búsqueda con el cazador venezolano, de los bolsillos del cual salieron siete ejemplares de “Así habló Zaratustra”, un Buzuki irlandés, una receta para hacer mantecados y un póster de Borís Yeltsin haciendo un pastel de vino. La situación no podía ser más caótica, el barman, un hombre que me recordaba mucho a un cocinero italiano que conocí en Cuba, empezó a chapotear su lengua de paladar a paladar emitiendo un sonido similar al que emite el rinoceronte al nacer, la cría de tigre malayo se había metido en los pantalones de uno de los pistoleros y mi ex marido leía a Nietzsche colgado de la lámpara mientras el cazador venezolano hacía puntería en el trasero de otro de los pistoleros que tocaba el Buzuki irlandés corriendo por el bar. De repente, justo en el instante en que nada, físicamente posible, podía ser más extraño, una tribu africana de Maasais liderada por un chaman parecido a Clark Gable, entraron al bar haciendo una danza tradicional africana, se acercaron a mi, me estiraron encima de una hamaca verde y emprendimos viaje rumbo a Mauritania mientras el chaman me cantaba canciones al oído.
Si, creo que es lo más raro que me ha pasado nunca.
O quizás no... la verdad es que me acaba de venir a la cabeza un día en que...