No había
pensado, a lo largo de un año, en lo perfecta que se veía, plasmada en un
recuerdo, la imagen de si misma en un autobús volviendo a una ciudad que no era
su hogar, leyendo a Jack London en un idioma que no era el suyo. Lo más
superficial de todo lo que había ocurrido es lo que más le hacía pensar en la
relevancia del devenir. El tiempo, y lo rápido que éste había transcurrido, era descaradamente
algo más allá de lo que podía entender. Parar y pensar que precisamente todo es
nada de lo que había imaginado. Parar y pensar de nuevo que está bien, que ya
le habían advertido que el ritmo de una hora es trascendente en la medida que
lo integraba en el recuerdo. Como un instante convertido en aquello por lo que realmente
vive, le recordaba a aquella escena en la que coser una media parece ser la
excusa para insistir en que la tautología es una estupidez.
Luego el silencio, repetidamente vacío. La sobrecarga de intenciones absurdas. Las malditas noches
de luna llena. Las inagotables situaciones evitando el deseo. La constante
tentación de huir de los escenarios familiares. Y el refugio, siempre el mismo
refugio, una tenue luz, un ambiente cargado de humo, la acción protagonizada
por una actriz que se debe a guiones escritos en noches de verano pensando en
el frío y la posibilidad de Alaska. No espera grandes transformaciones cuando
ve que los instantes más profundos se hallan siempre en los mismos detalles.
Es
entonces cuando, sin gran sorpresa, después de leer aquello que había escrito
un tiempo atrás, “me da miedo pensar que algo evite que pase”, cae en la cuenta
de que no hay nada que estrictamente altere sus deseos. Todas las decisiones relevantes
la han llevado por caminos abstractos, llenos de monstruosidades, llenos de
indicios que apuntan a que jamás encontrará en ellos la libertad que
siente al poder recordarse a si misma en un lugar desconocido, leyendo un libro
inesperado, escrito en un idioma extraño.
Algo que la conduce de nuevo a la indecisión,
a decidir que prefiere no comprender y esperar, mientras se fuma un cigarro con
Billie Holiday, que el camino de monstruos avance hacia ella.
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