viernes

Sommer



Había una pared entre el tiempo que llevaba viajando y el lugar al que quería llegar. Había muchos años de distancia, de diferencia. Qué caluroso era el verano y nada había cambiado, esperaba la respuesta de Ana, la respuesta de Rosa. La higuera desaparecía lentamente en el tiempo, los dibujos del prado con su verde intenso se iban desvaneciendo, se convertían en vagos recuerdos y eso le apenaba ¿le quedaban las calles?, ¿le quedaban sus amigos y largas noches de reflexiones en un bar? Ni si quiera sabía eso. La respuesta de Ana o la respuesta de Rosa. Su vida sólo reaccionaba ante el frío del invierno, los veranos le servían para asumir errores, para reposar pasiones. Algún mosquito de vez en cuando le hacía reaccionar. Se acordaba de Henry, de Cris, de aquella mujer bajita que no hablaba, ¡y cómo llegó a aprender de su silencio! Rosa lo miraba cada vez que bebía, lo miraba y punto, era peor que una palabra, mala como un televisor entrelazado 50i. Acción, él necesitaba acción desenfrenada, un ejército a su disposición, una lista sagrada, un libro con más referencias que la mismísima Biblia. Ana le hablaba sin parar, lo llamaba por teléfono haciéndole dudar del compás de su respiración. Qué vida le daban, no se lo merecía, era un hombre trabajador, un hombre bueno y compasivo cuya seguridad se basaba en la irrefutabilidad de su cobardía. Definitivamente no merecía tal calvario porque la vida era justa de por sí y los acontecimientos debían ocurrir de un modo físico y matemático. Como aquel hombre que nunca erró y vivió la vida como lo que es; un regalo justo, adecuado, equilibrado, acertado. Todo va bien y el vaso… ¿a caso no va siempre lleno hasta arriba?


No hay comentarios: