Los días en ese nuevo país pasaban lentamente con una cierta tranquilidad agradable, Butch y Sundance no asaltaban un banco desde que estuvieron en Bolivia. Butch buscaba siempre nuevos lugares para probar diferentes pasteles de carne y por su parte, Sundance, pasaba horas haciendo diferentes juegos de muñeca envainando y desenvainando su pistola, cada día era más rápido, había perfeccionado sus reflejos puesto que de unos meses a esta parte él y Butch dormían cada noche con un ojo abierto, en el momento más inesperado podían aparecer el indio rastreador, el abogado y el resto de sicarios. Ni uno ni el otro echaban de menos Nueva Jersey, tan solo en momentos ocasionales extrañaban la vida que llevaron allí, por fin se encontraban en un lugar aparentemente seguro, Australia era diferente a Bolivia, sus costumbres allí eran similares. Sin embargo Sundance ni en la misma luna se hubiera sentido fuera de peligro y ese sentimiento de inseguridad se lo transmitía con frecuencia a Butch, cuyo optimismo y esperanza siempre normalizaban la situación y tranquilizaban a su amigo a la vez que le causaban asombro. Tan solo faltaba una persona para hacer la estancia agradable y cómoda, esa era Etta. Los dos la echaban en falta por igual y en más de una ocasión Sundance había propuesto a Butch la opción de ir a buscarla a Nueva Jersey y volver a Australia para vivir los tres en paz y tranquilidad, sin embargo Butch le acababa convenciendo de lo disparatada que sonaba esa idea, el volver a pisar Nueva Jersey representaría el encierro o incluso la muerte de ambos.
Así seguirían esos calurosos días en busca de la llanura de un río donde poder trotar y hablar entonces de nuevos bancos para asaltar y de nuevos lugares a los que ir.
Así seguirían esos calurosos días en busca de la llanura de un río donde poder trotar y hablar entonces de nuevos bancos para asaltar y de nuevos lugares a los que ir.
